lunes, 28 de enero de 2008

Todo escritor habla por medio de sus criaturas"

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Por Gonzalo Pajares Cruzado
Peru21, Lima 28/01/08

Cajamarquino de nacimiento, trujillano por formación académica, el narrador Jorge Díaz Herrera acaba de publicar Pata de perro, su novela más ambiciosa.

¿Pata de perro es autobiográfica?

Al fin de cuentas, aunque una novela tenga cien personajes, viene a ser un monólogo. Es el escritor quien habla a través de todas sus criaturas y, por lo tanto, es responsable de todo lo que ellas dicen. Imposible escapar a la tentación de meterse (en carne y hueso literarios) en sus andanzas. Pata de perro no es una excepción. En ninguna de mis novelas he sentido mis propias experiencias tanto como en esta.

Además, es una saga familiar.

Es la historia de una familia en dos dimensiones: Primero, el barrio como una unidad de afectos, de historias e infancia comunes, de adolescencia, amores, añoranzas. Luego, una familia perteneciente a un hogar, el hogar de Paúl: un personaje que me ha acompañado por más de veinte años. A veces, soy yo o, al menos, me siento serlo.

¿Cómo establece los vasos comunicantes entre el Paúl, que es su amigo judío en España, y el Pol, protagonista de su historia?

Los personajes vienen a mí o, quién sabe, yo voy hacia ellos. Lo cierto es que Paúl o Pol, este amigo judío (del Perú), fue un encuentro de hace muchos años, en Madrid. Un ser solitario, desenfadado, humanísimo, generoso y, sobre todo, libre como nadie. Estaba, como él mismo lo decía, pateando latas en Madrid, "pero de pie por dentro y por fuera, hermanito". Cuando me despedí de él me anunció que, al fin, había conseguido trabajo: lavar muertos. Un ser así es imposible de olvidar; más aún si se es escritor.

Siento que su novela cuenta una historia de soledad y de desadaptación.

En mucho, sí. Sus personajes, sus desventurados personajes, están solos. Cada cual anclado en su destino, contemplando el pasado al que añoran. Quizá esa sea también una forma de desadaptación: no resignarse a la vida que les ha tocado vivir. Incluso, huir de ella mediante el desertar de este mundo. Cioran decía que uno de los más grandes atributos que los dioses le ha legado a los hombres es la capacidad de suicidarse, gracias a lo cual no son -no somos- esclavos de la vida.

¿Cuánto tiene Pol de locura y cuánto de sabiduría?

Siempre que leo o escribo busco con más interés el mundo interior de los personajes. La aventura, el acontecer anecdótico, solo me interesan si dejan en mí una reflexión sobre la condición de ser inquilino de este mundo. En Pata de perro, al igual que en mis cuentos y novelas, he sido y soy fiel a ese principio. La reflexión no puede llevar sino a la sabiduría. El universo literario tiene un paradigma de locura: el Quijote. Imposible eludirlo. Imposible escapar de esa luz o esa sombra. La locura noble, alta. En Paul hay mucho de eso.

¿Su novela refleja la idiosincrasia de la clase media provinciana?

Más que en las clases sociales, creo en la condición humana. Efectivamente, como usted lo afirma, mi lenguaje debe, inevitablemente, hacer transparente mi condición social, imposible que no fuese así. Nadie puede hablar sino con el tono de sus cuerdas vocales, físicas o invisibles. En mí habitan los pueblos pequeños y, por lo general, lejanos, con su gente engrandecida por la niebla del tiempo. Asimismo, debo confesarle una verdad: quienes crean el tono del lenguaje en que escribo son mis personajes. Creo que el escritor que trata de escapar al estilo de sus personajes resulta siendo un farsante, y yo no quisiera serlo.

¿Siente que esta es su novela más ambiciosa, monumental?

Alejando la modestia, estoy de acuerdo con el calificativo de monumental. Cada novela que escribo es mi propósito literario más ambicioso. Si digo que esta es mi mejor novela, como que en realidad lo digo, debe ser por la misma razón que se da preferencia al hijo recién nacido. Pero ya vendrá el tiempo, la perspectiva necesaria, para despejar esa incógnita.

sábado, 26 de enero de 2008

Siempre añoré ser un pata de perro

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Pedro Escribano.
La República, Lima 26/01/08

Jorge Díaz Herrera tiene dos perros engreídos en su casa, Yoda y Canela. Acaba de publicar la novela Pata de perro, cuyo protagonista, Pol, verdadero "pata de perro", es un combatiente de la sobrevivencia cotidiana. Drama, reflexión y no poca vitalidad hallamos en este personaje que revela, en muchas maneras, la vida peruana.

–Un "pata de perro" es un hombre mundano. ¿Cómo así lo elegiste como héroe de tu novela?

–Mi infancia y adolescencia transcurrieron en un barrio trujillano donde se aposentaban las carpas de circos y gitanos. Gitanos y cirqueros llenaron gran parte de mis afectos. Añoré ser como ellos. Llegar. Partir. Irse siempre y volver o no volver. En síntesis, la virtud de no estar anclado a atadura alguna. Al menos así veía a ese mundo de amigos y amigas. Como suele decirse, añoraba ser un pata de perro. Sueño que nunca me abandonó y que quizá nunca me abandone. En un novelista los sueños se convierten en novelas, afirmaba Ciro Alegría.

–En La agonía del inmortal novelaste sobre un héroe. ¿Ahora es el turno de un antihéroe?

–Creo, mi querido Pedro, que me siento obligado a defender a mi personaje, librándolo del calificativo de antihéroe. Pol es un ser humanísimo, inmenso, pícaro como lo ha formado la vida o como se le ha dado la gana de formarse a sí mismo, lucha por ser bueno, aunque haga "maldades".

–¿Entonces, Pol es un héroe cotidiano de las batallas cotidianas por la sobrevivencia?

–De acuerdo contigo. Pol es un ser de todos los días que tiene que enfrentar a todos los días. Un ser lleno de nostalgias, de recuerdos, de arrepentimientos, pero también de alegrías. Se parece en gran parte a ese muchacho judío, amigo inolvidable, a quien conocí un verano de Madrid. Pero, no obstante el parecido, no es él. Es mi personaje. Es mi criatura. Es decir, es la vida sí, pero transfigurada en palabras.

–¿La novela también se plantea como una historia de vida? Está la familia, la infancia, los viajes, la muerte.

–La infancia es la fuente de toda creación. Ahí se siembran todas las semillas. Pata de perro es quizá, al menos así lo veo ahora, la novela más ambiciosa que he escrito. Casualmente porque, como me lo dices, trata de abarcar toda una vida: la de Pol, un desertor de su barrio, y la del barrio mismo.

–¿Personaje de la picaresca?

–Creo que sí. Siempre la novela picaresca fue para mí la gran novela. En ella encuentro una distinción muy necesaria: una cosa es el chiste y otra cosa es el humor. Marco Martos, en la presentación de Pata de perro, vio lo que tú has visto: la aproximación de esta novela a la tradición de la novela picaresca.

–¿Crees que la difícil vida peruana fabrica picarescos al estilo de Pol?

–Hay en la picaresca cotidiana (no literaria) del Perú, y quizá de otros lugares, dos faces bien diferenciables: el criollismo y la criollada. Vale decir: el chiste barato, la cachita, y, en su antípoda, el despertar de una reflexión mediante la alegría.

–El periplo europeo no lo desarraiga. ¿Un pata de perro que camina hacia el Perú?

–Sí. Tienes una visión clara del personaje. Pol sufre el desarraigo no solo al estar en el extranjero sino al sentirse en el tiempo lejano de su infancia, de su juventud, épocas que añora: nostalgia irremediable. Camina como quien lo hace en la oscuridad, pero también como quien lo hace a la luz del sol, pero sin saber a dónde va. Efectivamente, un pata de perro que camina hacia el Perú, pero hacia un Perú que ya no sabe dónde está, perdido para siempre.

–Escribes: "El alma de Pol es un libro de historias encontradas: las de la calle y las de la intimidad de su casa". ¿Dos universos en un mismo ciudadano?

–En Pol se enredan muchas conciencias, y eso marca su dicha y su desdicha. Lejano del lugar en donde ansía estar, pero al que ha llegado después de mucho esfuerzo. Como un rico que ha hecho lo indecible para llegar a la pobreza. Pol es un personaje al que veo todos los días dentro de mí. Quizá, a veces lo siento así, Pol soy yo. Como escritor siento que muchas veces los personajes de mi creación se apoderan de mí y me arrastran a su destino. Pol es un cuerpo con muchas almas.

–¿Para Pol todo estaba escrito? Él comenta "tendrá destino quien no va ninguna parte".

–Efectivamente, eso dice Pol. Te agradezco que me lo recuerdes. Sin embargo, cuando Pol duda de si tendrá destino quien no va a ninguna parte, lo que afirma es su gran desasosiego: el no saber cuál es su destino. Claro que al final de la novela esto queda definido, pero aún así la interrogante permanece.

LA COMPAÑÍA DE SÍ MISMO

–¿Qué ha hecho que tu novela esté entretejida de reflexiones?

–Un secreto de autor. Desde hace ya buen tiempo, y eso lo puedes ver en todo lo que escribo, como muy bien lo has advertido en Pata de perro, más que el anecdotario, que el suceder externo, me interesa el mundo interior de los personajes: la reflexión, el suceder dentro de ellos, que a su vez es el suceder dentro de mí. Un escritor, estoy convencido de ello, no puede escapar de su propia creación. A Dostoievski lo acosaban sus desventurados personajes suplicándole que les cambie de destino. Y él, frente a ese insalvable dilema, decía: "Yo, su creador, no puedo hacerlo". Por eso algunos afirman que el escritor escribe para acompañarse de sí mismo.

–¿Has querido contrapesar la vida airosa de Pol con el drama de la realidad?

–Puede que sea así. Si algo persigo en mi literatura es engrandecer la realidad cotidiana, por lo menos la mía.