domingo, 24 de agosto de 2008

Jorge Díaz Herrera con los niños

El escritor Díaz Herrera también tiene un día de fiesta. En el marco de la Feria del Libro de Lima presentará una colección de libros infantiles de la colección Summun de la editorial San Marcos. La cita será a las 8.30 pm. Entre los libros, se hallan títulos suyos como La gran hazaña, Mancha, mi amiga invisible, El niño y el alfarero, La lluvia de estrellas. También el libro de Erica Ruessli, Gumercindo y su vicuña Ichu, un cuento para ser narrado a los más pequeños. Jorge Díaz Herrera es un escritor que ha publicado en todos los géneros literarios.

domingo, 24 de febrero de 2008

Escribir como se sueña

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Pata de perro (Editorial San Marcos), una novela de amplio registro en base a un personaje que conoció hace años en España, el típico pícaro pero lleno de bondad.

Por Enrique Sanchez Hernán

A esta edad tuya, ¿qué cosa es escribir?

-Para mí escribir es recordar y en el recuerdo no hay tiempo. Y el placer más grande de las personas de nuestra edad es recordar con quien se tiene que recordar. Antes escribía para cambiar el mundo, ahora lo hago para calmar mis nervios.
¿Cómo funciona tu memoria?

-No tengo muy buena memoria en general. Ésta se agudiza cuando escribo pero lo olvido luego. Soy un escritor que se nutre de los recuerdos, pero en estos se confunden los hechos que realmente viví con los que imaginé, leí u oí.
¿Hay recuerdos que te hacen sufrir?

-Los amores frustrados, las cosas a medias, lo que pudo haber sido y no fue. Otra cosa que me hace sufrir es mi infancia atormentada por el diablo.
¿Cómo es eso?

-Yo viví en medio de una familia muy católica, en Trujillo. Allí teníamos un altar ante el cual rezábamos todas las noches. Pero la mitad de la casa pertenecía a los vivos y la mitad a los muertos. Y por la noche nos poníamos a escuchar cómo caminaban los muertos y mi abuela reconocía los pasos. "Esa es la almita de Pablo", decía. "Esa es la almita de fulano", advertía otra vez.

¿Y cómo te comportabas tú?

-Vivía en estado de terror. Yo aprendí a ser lo que soy más por temor al diablo que por amor a Dios. Mi casa siempre estuvo rodeada de muertos. A mí me criaron mis abuelos y yo veía cómo mi abuela conversaba con nadie, en la ventana. Yo le preguntaba: "Mama, ¿con quién conversas?". Y ella respondía: "Con mi hermano Abel, con mi hermano Pedro".

¿Tu abuelo era igual?

-Mi abuelo, en cambio, era muy humorista. Se burlaba de ella y le tomaba el pelo, pero ambos les tenían miedo a los difuntos. Por eso yo no quisiera volver a la infancia.
Entonces tu infancia fue la que te marcó como fabulador.
-Probablemente sí. Yo vivía en la avenida Mansiche. El barrio era un zurcido de todas las condiciones humanas. Y al frente de mi calle se aposentaban los circos y los gitanos. Ese mundo me hacía soñar con ser gitano o cirquero y me daban ganas de irme. Por eso me hice un andariego antes de caminar.

¿En esa época empezaste a escribir?

-Yo empecé a escribir desde muy niño. Recuerdo que una vez anunciaron por la radio que había ganado un concurso de poemas a la madre. Fui con la patota del barrio a recoger el premio: un par de medias de nylon para mamá. Ya estabas decidido a ser escritor. -Eso sí. Yo estudié Literatura en la Universidad de Trujillo y Lingüística en la Universidad Complutense de España. En Trujillo estudié con Lorenzo Osores, Juan Morillo, González Viaña, Cristóbal Campana, José Watanabe.

¿Quisieron imitar al Grupo Norte?

-Yo fui muy amigo de Antenor Orrego pero nunca quise imitarlos. Entré al Grupo Trilce porque fue una gran borrachera. El grupo duró toda la época de la universidad y luego todos nos dispersamos. Escandalizábamos a Trujillo lanzando manifiestos y con recitales provocadores. Nuestros primeros libros los publicamos el año 1964.

Considerando todo esto, ¿te consideras andino o criollo?

-Yo no participo de esa polémica. Esa polémica no es clasista ni racista, es bizantina. Es como discutir cuántos ángeles entran en la cabeza de un alfiler. El Perú es un mestizaje completo, todo está entreverado.

¿Qué tiempo te llevó escribir Pata de perro?

-Años de años. Yo suelo escribir del siguiente modo: las cosas que me impresionan las anoto en un cuaderno. Y he aprendido, por oficio, a escribir y leer varias cosas a la vez, cosa que celebro.

¿Y eso te pasó con esta novela?

-Claro. El personaje de la novela me persiguió durante años. Es el pícaro lleno de humanidad, no el malvado. Y la novela la escribí gracias a un largo retiro que tuve en la selva y en Chaclacayo. Pero a la vez escribí otras cosas. Cada escritor debe descubrir sus propios enigmas. Ahora tengo otra novela en ciernes: Bibliografía fantástica. La estoy construyendo; versa sobre los sueños y ahora estoy en un dilema: no sé si despertar o no en la novela.

Nostalgia y picardía

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Por Ricardo González Vigil

La versatilidad creadora de Jorge Díaz Herrera le permite cultivar todos los géneros (poesía, cuento, novela y teatro), a veces con muestras de diversos géneros en un solo volumen. A nuestro juicio, en la novela logra desplegarse con mayor plenitud expresiva y fortuna artística su versatilidad: cada una de sus cinco novelas ostenta una textura y una atmósfera distintas, acordes con la temática abordada, histórico-épica en "La agonía del inmortal", comunitario-rural en "Por qué morimos tanto", infantil-maravillosa en "El Ángel de la Guarda" y "La colina de Irupé". Y, ahora, este festín de ingenio, picardía y, sobre todo, nostalgia y corazón al desnudo que es "Pata de perro".

Como reconstrucción de la mirada infantil y de las tribulaciones hormonales de la pubertad, "Pata de perro" resulta magistral. Ahí sobresale la vida del barrio, retratada mejor que nunca en las letras peruanas. Muchas de esas páginas poseen un aleteo poético digno de compararse con el Martín Adán de "La casa de cartón", no obstante su mayor consistencia narrativa, su agilidad para integrar las descripciones en la trama. Igualmente admirable discurre la caracterización de un mataperro infantil que se torna un "pata de perro" desde la adolescencia hasta la vejez. El lema "no hay nada como joder" (p. 13) se ve ricamente contextualizado como una forma de zaherir las pautas que rigen las relaciones sociales peruanas (y de otros países, por cierto): el machismo (encarnado en Papagusto y las broncas de barrio) y el racismo (el desdén del padre frente a los "Cocoidé"), junto con el afán arribista. En general, el impulso travieso y vagabundo de Pol se contrapone a las crueles divisiones (que no valen para el alma limpia de un niño) entre ricos y pobres, poderosos y oprimidos; también, sin duda, entre bellos y feos, exitosos y perdedores, países desarrollados y países que nunca logran desarrollarse. Y no todo procede del contrato social; el peor y más doloroso enemigo es el paso del tiempo con su cuota de ausencias y muertes.

De otro lado, "Pata de perro" es una indagación sobre la nostalgia, ese querer volver al barrio natal para constatar que ha cambiado irremediablemente: "Todo se hace trizas" (p. 306). Lo vivido ya se fue, solo persiste en la memoria: "El alma son los recuerdos" (p. 327).

Finalmente, hay un interesante paso de lo real a lo forjado inspirada por la ficción novelesca: un Pol conocido en España nos ofrece un Pol con otros padres y hermanos, otras cuitas amorosas y peripecias políticas, pero igualmente mataperro.

viernes, 22 de febrero de 2008

La repentina partida de José B. Adolph

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Fue víctima de un derrame interno. Lima fue uno de los grandes temas de su narrativa.

Demasiado pronto para tener la serenidad que exige la semblanza del amigo que partió. José B. Adolph falleció el 20 de febrero, a las once de la mañana, y sus restos fueron cremados a las cuatro de la tarde, obedeciendo su deseo. Su agonía fue una noche de repentinos dolores intensos. Un derrame interno causó su partida. Hacía poco, los males que lo aquejaban habían empezado a alejarse, y él, ya con la alegría de sentirse recuperado, volvió a ser el fumador irónico, inteligente, repartiendo buen humor. ¿Fue el canto del cisne?

Reímos mucho de su última estancia, efímera, en un sanatorio, donde un paciente le ofreció publicar su obra completa y postularlo al Nobel. Reímos también de los momentos en los cuales él se sentía al borde de la muerte y "ahora, cómo me ves" saltando en un pie.

Difícil encasillar la obra de José B., donde se mezclan lo terrible con lo humorístico, lo explicable con lo inexplicable, lo inusual con lo cotidiano: un escritor amplio y complejo, singular, de imaginación desbordante. Molière sostenía que lo mejor para destacar la belleza es colocarla junto a la fealdad. Y en la creación de José B. Adolph esta premisa es una constante.

Autor de múltiples repercusiones. Creador de argumentos y de ideas. Prosa breve, incisiva, directa, sin ripio ni banalidad retórica. Escritor culto, de prosa elegante, limpia, precisa. ¿Un testimonio de su valor artístico? Sus más de veinte premios literarios, la traducción de su obra a diversos idiomas, el interés de los jóvenes escritores por hallar en sus conversaciones lo que ellos buscaban.

Si su nacimiento biológico fue en Alemania (1938), país del que vino desde muy niño (5 años); su nacimiento intelectual fue en el Perú, específicamente en Lima, ciudad a la que supo amar a su manera: ironizándola, sin mancharla.

Su último libro, Es sólo un viejo tren, resulta premonitorio, como si estuviera apresurado en marcharse a otras estaciones. Cuando le señalé que la palabra solo ya no llevaba tilde, me respondió, con su típica sonrisa: "Pues el mío sí lleva porque mi sólo es sólo mío". Estos cuentos, formidables por su riqueza verbal, por su hondura reflexiva, por la sabiduría que exhalan, bastarían para designar a José B. Adolph como un hito en nuestra literatura. Y si a ello se suman las crónicas periodísticas, los cuentos, y novelas, su obra de teatro, tendremos el concepto cabal de un escritor que surcó muchos mares con la firmeza de un navegante que domina los más bravos oleajes.

Las últimas crónicas de José B. Adolph nos hacían presentir que aún tenía mucho camino en este mundo, donde cada vez nos vamos quedando más solos; pero no fue así: el destino y sus caprichos, como el de tener que acostumbrarnos a la ausencia de este excelente escritor contándonos a su modo todo lo que nos sucede.

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"Olvidemos a Shakespeare, ese magnífico autor de bestsellers. Apliquemos simplemente una pizca de experiencia no-literaria y otra pizca de sentido común. Con experiencia y sentido común no se fabrican bestsellers, ni los buenos ni los malos. No se fabrican con realidades ni con sueños desmesurados. Los bestsellers se fabrican con deseos modestos. Con sueños ocultos, vergonzosos y frustrados".

–Del libro de cuentos
Los fines del mundo

PERFIL

José Adolph. Nació en Stuttgart, Alemania, en 1933. Cuentos. El retorno de Aladino (1968), Hasta que la muerte (1971), Cuentos del relojero abominable (1973), Mañana fuimos felices (1974), Un dulce horror (1989), Diario del sótano (1996) y Es sólo un viejo tren (2007). Novelas. La ronda de los generales (1973), Mañana, las ratas (1984) y Dora (1989).

lunes, 28 de enero de 2008

Todo escritor habla por medio de sus criaturas"

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Por Gonzalo Pajares Cruzado
Peru21, Lima 28/01/08

Cajamarquino de nacimiento, trujillano por formación académica, el narrador Jorge Díaz Herrera acaba de publicar Pata de perro, su novela más ambiciosa.

¿Pata de perro es autobiográfica?

Al fin de cuentas, aunque una novela tenga cien personajes, viene a ser un monólogo. Es el escritor quien habla a través de todas sus criaturas y, por lo tanto, es responsable de todo lo que ellas dicen. Imposible escapar a la tentación de meterse (en carne y hueso literarios) en sus andanzas. Pata de perro no es una excepción. En ninguna de mis novelas he sentido mis propias experiencias tanto como en esta.

Además, es una saga familiar.

Es la historia de una familia en dos dimensiones: Primero, el barrio como una unidad de afectos, de historias e infancia comunes, de adolescencia, amores, añoranzas. Luego, una familia perteneciente a un hogar, el hogar de Paúl: un personaje que me ha acompañado por más de veinte años. A veces, soy yo o, al menos, me siento serlo.

¿Cómo establece los vasos comunicantes entre el Paúl, que es su amigo judío en España, y el Pol, protagonista de su historia?

Los personajes vienen a mí o, quién sabe, yo voy hacia ellos. Lo cierto es que Paúl o Pol, este amigo judío (del Perú), fue un encuentro de hace muchos años, en Madrid. Un ser solitario, desenfadado, humanísimo, generoso y, sobre todo, libre como nadie. Estaba, como él mismo lo decía, pateando latas en Madrid, "pero de pie por dentro y por fuera, hermanito". Cuando me despedí de él me anunció que, al fin, había conseguido trabajo: lavar muertos. Un ser así es imposible de olvidar; más aún si se es escritor.

Siento que su novela cuenta una historia de soledad y de desadaptación.

En mucho, sí. Sus personajes, sus desventurados personajes, están solos. Cada cual anclado en su destino, contemplando el pasado al que añoran. Quizá esa sea también una forma de desadaptación: no resignarse a la vida que les ha tocado vivir. Incluso, huir de ella mediante el desertar de este mundo. Cioran decía que uno de los más grandes atributos que los dioses le ha legado a los hombres es la capacidad de suicidarse, gracias a lo cual no son -no somos- esclavos de la vida.

¿Cuánto tiene Pol de locura y cuánto de sabiduría?

Siempre que leo o escribo busco con más interés el mundo interior de los personajes. La aventura, el acontecer anecdótico, solo me interesan si dejan en mí una reflexión sobre la condición de ser inquilino de este mundo. En Pata de perro, al igual que en mis cuentos y novelas, he sido y soy fiel a ese principio. La reflexión no puede llevar sino a la sabiduría. El universo literario tiene un paradigma de locura: el Quijote. Imposible eludirlo. Imposible escapar de esa luz o esa sombra. La locura noble, alta. En Paul hay mucho de eso.

¿Su novela refleja la idiosincrasia de la clase media provinciana?

Más que en las clases sociales, creo en la condición humana. Efectivamente, como usted lo afirma, mi lenguaje debe, inevitablemente, hacer transparente mi condición social, imposible que no fuese así. Nadie puede hablar sino con el tono de sus cuerdas vocales, físicas o invisibles. En mí habitan los pueblos pequeños y, por lo general, lejanos, con su gente engrandecida por la niebla del tiempo. Asimismo, debo confesarle una verdad: quienes crean el tono del lenguaje en que escribo son mis personajes. Creo que el escritor que trata de escapar al estilo de sus personajes resulta siendo un farsante, y yo no quisiera serlo.

¿Siente que esta es su novela más ambiciosa, monumental?

Alejando la modestia, estoy de acuerdo con el calificativo de monumental. Cada novela que escribo es mi propósito literario más ambicioso. Si digo que esta es mi mejor novela, como que en realidad lo digo, debe ser por la misma razón que se da preferencia al hijo recién nacido. Pero ya vendrá el tiempo, la perspectiva necesaria, para despejar esa incógnita.

sábado, 26 de enero de 2008

Siempre añoré ser un pata de perro

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Pedro Escribano.
La República, Lima 26/01/08

Jorge Díaz Herrera tiene dos perros engreídos en su casa, Yoda y Canela. Acaba de publicar la novela Pata de perro, cuyo protagonista, Pol, verdadero "pata de perro", es un combatiente de la sobrevivencia cotidiana. Drama, reflexión y no poca vitalidad hallamos en este personaje que revela, en muchas maneras, la vida peruana.

–Un "pata de perro" es un hombre mundano. ¿Cómo así lo elegiste como héroe de tu novela?

–Mi infancia y adolescencia transcurrieron en un barrio trujillano donde se aposentaban las carpas de circos y gitanos. Gitanos y cirqueros llenaron gran parte de mis afectos. Añoré ser como ellos. Llegar. Partir. Irse siempre y volver o no volver. En síntesis, la virtud de no estar anclado a atadura alguna. Al menos así veía a ese mundo de amigos y amigas. Como suele decirse, añoraba ser un pata de perro. Sueño que nunca me abandonó y que quizá nunca me abandone. En un novelista los sueños se convierten en novelas, afirmaba Ciro Alegría.

–En La agonía del inmortal novelaste sobre un héroe. ¿Ahora es el turno de un antihéroe?

–Creo, mi querido Pedro, que me siento obligado a defender a mi personaje, librándolo del calificativo de antihéroe. Pol es un ser humanísimo, inmenso, pícaro como lo ha formado la vida o como se le ha dado la gana de formarse a sí mismo, lucha por ser bueno, aunque haga "maldades".

–¿Entonces, Pol es un héroe cotidiano de las batallas cotidianas por la sobrevivencia?

–De acuerdo contigo. Pol es un ser de todos los días que tiene que enfrentar a todos los días. Un ser lleno de nostalgias, de recuerdos, de arrepentimientos, pero también de alegrías. Se parece en gran parte a ese muchacho judío, amigo inolvidable, a quien conocí un verano de Madrid. Pero, no obstante el parecido, no es él. Es mi personaje. Es mi criatura. Es decir, es la vida sí, pero transfigurada en palabras.

–¿La novela también se plantea como una historia de vida? Está la familia, la infancia, los viajes, la muerte.

–La infancia es la fuente de toda creación. Ahí se siembran todas las semillas. Pata de perro es quizá, al menos así lo veo ahora, la novela más ambiciosa que he escrito. Casualmente porque, como me lo dices, trata de abarcar toda una vida: la de Pol, un desertor de su barrio, y la del barrio mismo.

–¿Personaje de la picaresca?

–Creo que sí. Siempre la novela picaresca fue para mí la gran novela. En ella encuentro una distinción muy necesaria: una cosa es el chiste y otra cosa es el humor. Marco Martos, en la presentación de Pata de perro, vio lo que tú has visto: la aproximación de esta novela a la tradición de la novela picaresca.

–¿Crees que la difícil vida peruana fabrica picarescos al estilo de Pol?

–Hay en la picaresca cotidiana (no literaria) del Perú, y quizá de otros lugares, dos faces bien diferenciables: el criollismo y la criollada. Vale decir: el chiste barato, la cachita, y, en su antípoda, el despertar de una reflexión mediante la alegría.

–El periplo europeo no lo desarraiga. ¿Un pata de perro que camina hacia el Perú?

–Sí. Tienes una visión clara del personaje. Pol sufre el desarraigo no solo al estar en el extranjero sino al sentirse en el tiempo lejano de su infancia, de su juventud, épocas que añora: nostalgia irremediable. Camina como quien lo hace en la oscuridad, pero también como quien lo hace a la luz del sol, pero sin saber a dónde va. Efectivamente, un pata de perro que camina hacia el Perú, pero hacia un Perú que ya no sabe dónde está, perdido para siempre.

–Escribes: "El alma de Pol es un libro de historias encontradas: las de la calle y las de la intimidad de su casa". ¿Dos universos en un mismo ciudadano?

–En Pol se enredan muchas conciencias, y eso marca su dicha y su desdicha. Lejano del lugar en donde ansía estar, pero al que ha llegado después de mucho esfuerzo. Como un rico que ha hecho lo indecible para llegar a la pobreza. Pol es un personaje al que veo todos los días dentro de mí. Quizá, a veces lo siento así, Pol soy yo. Como escritor siento que muchas veces los personajes de mi creación se apoderan de mí y me arrastran a su destino. Pol es un cuerpo con muchas almas.

–¿Para Pol todo estaba escrito? Él comenta "tendrá destino quien no va ninguna parte".

–Efectivamente, eso dice Pol. Te agradezco que me lo recuerdes. Sin embargo, cuando Pol duda de si tendrá destino quien no va a ninguna parte, lo que afirma es su gran desasosiego: el no saber cuál es su destino. Claro que al final de la novela esto queda definido, pero aún así la interrogante permanece.

LA COMPAÑÍA DE SÍ MISMO

–¿Qué ha hecho que tu novela esté entretejida de reflexiones?

–Un secreto de autor. Desde hace ya buen tiempo, y eso lo puedes ver en todo lo que escribo, como muy bien lo has advertido en Pata de perro, más que el anecdotario, que el suceder externo, me interesa el mundo interior de los personajes: la reflexión, el suceder dentro de ellos, que a su vez es el suceder dentro de mí. Un escritor, estoy convencido de ello, no puede escapar de su propia creación. A Dostoievski lo acosaban sus desventurados personajes suplicándole que les cambie de destino. Y él, frente a ese insalvable dilema, decía: "Yo, su creador, no puedo hacerlo". Por eso algunos afirman que el escritor escribe para acompañarse de sí mismo.

–¿Has querido contrapesar la vida airosa de Pol con el drama de la realidad?

–Puede que sea así. Si algo persigo en mi literatura es engrandecer la realidad cotidiana, por lo menos la mía.

domingo, 16 de diciembre de 2007

“Pata de perro” de Jorge Díaz Herrera

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Por: Arturo Corcuera.

Una novela tiene que atraparme de arranque para dejarme conducir hasta sus páginas finales. Y el libro de Jorge Díaz Herrera ha tenido esa virtud. Desde su título se descubre la filiación callejera de su lenguaje: Pata de perro, viene del pueblo y va hacia él, viene de la vida familiar provinciana con sus decires y sus desgracias, sus pesadillas, los júbilos que se marchitan, y las locas ilusiones, esas mentiras venideras que se guarecen en el corazón de los protagonistas, habitantes sumergidos en la niebla de una atmósfera soledosa como el lento transcurrir del tiempo.

Días estos de "perro muerto" (en procesos electorales) y de "perro del hortelano" (comer sin dejar comer), Pata de perro es una novela que crea un clima lleno de gracia, de intriga. Tiene de picaresca y de drama, de relato de aventuras. Al concluir la lectura podríamos decir que a Díaz Herrera su pata de perro lo lleva a internarse en las reflexiones de la sabiduría popular, y en la espesura de los caminos que le desbroza la vida.

Buen libro para un regalo apropiado para estas fiestas.