Después de la batalla, el jefe de los vencedores, antes de entregar el cadáver de su jefe a los vencidos, le llenó la boca con un puñado de pólvora para que no se le oliera la pestilencia de alcohol que le salía de las entrañas.
Alforja de ciego, 1979
Alforja de ciego, 1979
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