viernes, 22 de febrero de 2008

La repentina partida de José B. Adolph

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Fue víctima de un derrame interno. Lima fue uno de los grandes temas de su narrativa.

Demasiado pronto para tener la serenidad que exige la semblanza del amigo que partió. José B. Adolph falleció el 20 de febrero, a las once de la mañana, y sus restos fueron cremados a las cuatro de la tarde, obedeciendo su deseo. Su agonía fue una noche de repentinos dolores intensos. Un derrame interno causó su partida. Hacía poco, los males que lo aquejaban habían empezado a alejarse, y él, ya con la alegría de sentirse recuperado, volvió a ser el fumador irónico, inteligente, repartiendo buen humor. ¿Fue el canto del cisne?

Reímos mucho de su última estancia, efímera, en un sanatorio, donde un paciente le ofreció publicar su obra completa y postularlo al Nobel. Reímos también de los momentos en los cuales él se sentía al borde de la muerte y "ahora, cómo me ves" saltando en un pie.

Difícil encasillar la obra de José B., donde se mezclan lo terrible con lo humorístico, lo explicable con lo inexplicable, lo inusual con lo cotidiano: un escritor amplio y complejo, singular, de imaginación desbordante. Molière sostenía que lo mejor para destacar la belleza es colocarla junto a la fealdad. Y en la creación de José B. Adolph esta premisa es una constante.

Autor de múltiples repercusiones. Creador de argumentos y de ideas. Prosa breve, incisiva, directa, sin ripio ni banalidad retórica. Escritor culto, de prosa elegante, limpia, precisa. ¿Un testimonio de su valor artístico? Sus más de veinte premios literarios, la traducción de su obra a diversos idiomas, el interés de los jóvenes escritores por hallar en sus conversaciones lo que ellos buscaban.

Si su nacimiento biológico fue en Alemania (1938), país del que vino desde muy niño (5 años); su nacimiento intelectual fue en el Perú, específicamente en Lima, ciudad a la que supo amar a su manera: ironizándola, sin mancharla.

Su último libro, Es sólo un viejo tren, resulta premonitorio, como si estuviera apresurado en marcharse a otras estaciones. Cuando le señalé que la palabra solo ya no llevaba tilde, me respondió, con su típica sonrisa: "Pues el mío sí lleva porque mi sólo es sólo mío". Estos cuentos, formidables por su riqueza verbal, por su hondura reflexiva, por la sabiduría que exhalan, bastarían para designar a José B. Adolph como un hito en nuestra literatura. Y si a ello se suman las crónicas periodísticas, los cuentos, y novelas, su obra de teatro, tendremos el concepto cabal de un escritor que surcó muchos mares con la firmeza de un navegante que domina los más bravos oleajes.

Las últimas crónicas de José B. Adolph nos hacían presentir que aún tenía mucho camino en este mundo, donde cada vez nos vamos quedando más solos; pero no fue así: el destino y sus caprichos, como el de tener que acostumbrarnos a la ausencia de este excelente escritor contándonos a su modo todo lo que nos sucede.

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"Olvidemos a Shakespeare, ese magnífico autor de bestsellers. Apliquemos simplemente una pizca de experiencia no-literaria y otra pizca de sentido común. Con experiencia y sentido común no se fabrican bestsellers, ni los buenos ni los malos. No se fabrican con realidades ni con sueños desmesurados. Los bestsellers se fabrican con deseos modestos. Con sueños ocultos, vergonzosos y frustrados".

–Del libro de cuentos
Los fines del mundo

PERFIL

José Adolph. Nació en Stuttgart, Alemania, en 1933. Cuentos. El retorno de Aladino (1968), Hasta que la muerte (1971), Cuentos del relojero abominable (1973), Mañana fuimos felices (1974), Un dulce horror (1989), Diario del sótano (1996) y Es sólo un viejo tren (2007). Novelas. La ronda de los generales (1973), Mañana, las ratas (1984) y Dora (1989).

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