sábado, 1 de diciembre de 2007

Al fin María Judith

María Judith pudo haber sido feliz desde el día que se lo propusiese. Los muchachos del barrio hacían lo indecible por ganarse su corazón, mas ella endurecía el rostro y desbarataba con sus desdenes los afanes de todo pretendiente. La puerta de su casa era una primavera. Al fin, María Judith bajó la guardia y salió al aire libre de la calle risueña y dispuesta a conceder. Pero percibió algo extraño: los muchachos eran otros e incluso el devaneo de su cintura se había endurecido y en su caminar arrastraba los pies. Nunca pudo echarse de la boca el sabor a cosa quemada que le provocaba náuseas cada vez que esos grillos endiablados, los muchachos de ahora, la acosaban gritándole Brujilda, empeñados en hacerle ver la maldad del tiempo cuando se propone hacer de una rosa fresca una rosa seca.

Alforja de ciego, 1979

1 comentario:

Luis Gerbaldo dijo...

Sr Herrera, encontré su blog buscando algún análisis de su "Agonía del inmortal", para ver si correspondía a un monólogo interior. Lo leí hace años ya, y creo que sí. Mas allá de los motivos, al leer "Al fin María Judith" y "El filántropo", pude apreciar que esa pluma esta intacta llevándonos por caminos escondidos.
Un placer comunicarme con usted.

Luis Héctor