jueves, 22 de noviembre de 2007

Filantropía

Cuando la ciudad amanecía seca, la gente corría a las puertas del filántropo, y el filántropo contemplaba desde el balcón a sus mandaderos repartiendo el agua de su casona, y se regocijaba discretamente de la eficiencia de su mayordomo que, al igual que otras tantas veces, cumpliera al pie de la letra su orden de te vas hasta el pozo de agua potable y ya tú sabes lo que tienes que hacer, pero no me falles: para que dejaran de funcionar las troncales desde las que se distribuía el agua a las cañerías de toda la ciudad.

Alforja de ciego, 1979

1 comentario:

Marcos Arcaya Pizarro dijo...

me he dado una vuelta por su blog y por sus escritos. le dejo un abrazo, jorge.